Hasta siempre, John Jairo Villalobos



|Por: Boris Edgardo Moreno|

La vida es un caminar constante por un laberinto colmado de caminos, que nosotros mismos hemos trazado. En ese cotidiano abrir trocha, llegué un día a una meseta de miles de verdes. Allí vivía un hombre que amaba los números, era conocido con el remoquete del matemático, lo observe varias noches en el bar que frecuentaba y me di cuenta que era un ser de silencios extensos y miradas de reflexiones profundas. Con el tiempo fui notando, que esa manera de ser, no era otra cosa que la expresión de una ecuación que no necesitaba aislar el ruido, para dotar de verdad la igualdad. O dicho de otra manera, era un estilo de vida preñado de una matema, que le permitía  a los números expresarse en toda su esencia.

Aprovechando las pocas noches en las que abandonaba sus prolongadas reservas, me explicó como se expresaba el sentido y significado del cero en la existencia, sin ningún tipo de adorno dijo, el amanecer, el despertar, el iniciar es simplemente la manifestación del cero y agregó, sólo puede comenzar de cero aquel que ha sido dotado de amor.

Esas cortas palabras, me permitieron comprender porque enseñaba con tanta facilidad las matemáticas a niños y a jóvenes, ese amor profundo por los números, le permitía iniciarlos fácilmente en el maravilloso juego de las matemáticas, de cero o si se me permite del vacío, los dotaba  de alas para que volaran con tranquilidad en ese encantador mundo de las ecuaciones.

De esa significativa charla, también pude extraer que la forma del cero, o sea su redondez, también hacían parte de su acontecer, sobretodo en su componente lúdico. La pasión que tenía por la esférica era tan profunda, que al llegar el mínimo murmullo a sus oídos, de algún referente sobre futbol, abandonaba de plano sus silencios y emprendía entretenidas charlas que se prolongaban por incalculables minutos; dotado de una prodigiosa memoria, versaba de las formaciones de las mejores selecciones desde el mundial de Uruguay hasta chile dos mil catorce, jugadas, goles, atajadas, gambetas… eran narradas por el matemático, como si estuvieran sucediendo en ese mismo instante, como si las estuviera viendo y él fuera un narrador, encargado de trasmitirnos con detalle, lo que estaba sucediendo en las cancha.

En forma y fondo, el matemático logró darle valor al cero. Paradójico, muy paradójico, ya que vivimos en un tiempo en que andar en ceros es no tener valor alguno. Cuando el mundo se enloquece contando a partir de uno, existió un hombre que comprendiendo el cero, y construyo a partir de allí, un modo de ser, donde el amor, la pedagogía y el balón de futbol, bastaban para desbordarse con  infinita alegría en aquella meseta de hermosos verdes, donde se comprende bailando que la vida es “amor y control”. Hasta siempre, John Jairo Villalobos.

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