La televisión y la homogenización cultural


Los medios de comunicación, en una sociedad, permiten el flujo de variada información. La globalización se ha encargado de agilizar este flujo por medio de los avances tecnológicos. Por esta razón, el consumidor prefiere los medios audiovisuales que le brindan en menor tiempo una mayor accesibilidad a diferentes contenidos. Tal es el caso de la televisión, que al tener la posibilidad de combinar imagen, texto y audio facilita al televidente la recepción de los temas abordados. Dicha simplificación logra, de manera efectiva, reproducir modelos de pensamiento que inciden en la identidad cultural de una sociedad.

La televisión facilita la transmisión cultural ya que es consecuente con los requerimientos actuales, en términos del “valor - tiempo”, respondiendo al aceleramiento del ritmo de vida moderno que tiende a borrar los linderos y las barreras espaciales (Barbero 2003). De este modo, los contenidos televisivos gozan de gran acogida entre la mayoría de la población, que puede realizar un amplio recorrido (aunque generalmente superficial) por diversos asuntos, lugares, ideologías, generaciones, etc. A este aspecto, se suma el hecho de que la posesión del artefacto transmisivo es bastante común entre la población en general, lo que quiere decir que resulta eficaz en cuanto a cobertura.

A mayor cobertura, mayor alcance de los mensajes que se transmiten y mayor impacto. Por medio de la televisión es posible incidir en las formas, no solo de actuar sino, de pensar de las personas. Esta condición, la ubica en una situación favorable para algunos, los dueños de los emporios económicos que son quienes seleccionan los contenidos a transmitir, y desfavorable para otros, la población en común que no cuenta con herramientas suficientes para clasificar qué contenidos le son o no útiles. Así, las grandes compañías moldean un pensamiento superficial generalizado entre la población (televidente) que consume productos igualmente superficiales. En concordancia con lo anterior, al generalizar los hábitos de consumo, se generaliza también la falsa conciencia (Van Dijk 1988) que crea la idea de que la cultura y la identidad son productos que pueden ser comerciados.

En este sentido, algunos autores plantean que la visión errada de concebir la cultura como mercancía de cambio, genera un desplazamiento de los imaginarios colectivos, propios de una comunidad, hacia unos impuestos por la globalización. Ésta combina, indistintamente y sin ningún criterio, actividades económicas con expresiones culturales y se rige por el mercado y la moda: consumo incesantemente renovado, sorpresa y entretenimiento (Canclini, 1995). De este modo, las personas responden a las tendencias efímeras que les vende la televisión como lo es el caso de algunos canales musicales, como Mtv, que estereotipa la juventud indicándole qué imagen tener, cómo comportarse, cómo pensar, cómo sentir, en definitiva, cómo ser para ser aceptado. Este canal es producido para gran variedad de países, tanto de habla hispana como anglo, guardando siempre el mismo formato que incide notablemente en el comportamiento de todos los jóvenes por igual.

De acuerdo con esto, se pone de manifiesto cómo la televisión es la principal herramienta de homogenización cultural. Ésta propicia que se masifique a la población unificando ideologías. Por esto, Althusser la incluye dentro de lo que denominó Aparatos ideológicos de Estado. Mediante ellos se reproducen los modelos mentales que determinan el modo de actuar de cada individuo, utilizando estrategias indirectas como la persuasión y la sutileza. Así, logran que la gente responda a las pretensiones de un tercero sin notarlo.

Para concluir, resulta pertinente reafirmar que la cultura es homogenizada por medio de la televisión gracias a su reproducción de las formas de consumo. Dicha homogenización corresponde en gran medida a intereses de tipo lucrativo. Por lo cual, este medio de comunicación masiva aporta negativamente a la sociedad, generando una idea superflua de la realidad. En definitiva, la globalización trasciende el campo económico, invadiendo la cultura y replanteando la noción de identidad.


BIBLIOGRAFÍA

Barbero, J. M. (2003). Una agenda para el cambio de silo. Imaginarios de la globalización e imágenes del mundo. En: Oficio de cartógrafo. Travesías latinoamericanas de la comunicación en la cultura, II parte. Fondo de cultura económica. Santiago de Chile. Pp 256-272.

Van Dijk, T. (1988). Algunas nociones de la teoría de la acción. En: Texto y contexto, semántica y pragmática del discurso, II parte. Cátedra Madrid. Pp 241-278.

García Canclini, N. (1995). Consumidores del siglo XXI, ciudadanos del XVIII. En: Consumidores y ciudadanos. Conflictos multiculturales de la globalización. Grijalbo. México D. F. Pp 13-35.


Escrito por:

Johanna Alexandra Fajardo. Estudiante IX semestre de Licenciatura en lengua castellana, Universidad del Tolima. Ibagué. yolefita@hotmail.com

Jesús David Reina. Estudiante VIII semestre de Licenciatura en lengua castellana, Universidad del Tolima. Ibagué. Jesus1reinara@hotmail.com

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1 Comentarios

Anónimo dijo…
Buen Texto, aunque estaría màs completo si se nombraran algunas utilidades de la T.V. pues cuando sólo se ataca el medio se tiende a ser radical, una cosa es que estè siendo mal utilizado y otra que la T.V. no sirva para nada. Creo que la T.V. puede ser mejor utilizada, y más en el aula...debe ser un medio un recurso y no un fin.