Bicentenario, no hay nada que festejar (*)


Info. Salmón. Ya esta en circulación la edición impresa del salmón Lado B del Bicentenario. En contados días se programaran lanzamientos en Cali, Medellín, Manizales, Bogotá, Armenia, Neiva, Santa Martha, Cajamarca, Líbano. En Ibagué pueden reclamar la edición xvi totalmente gratis en el Centro Cultural Universitario de la Universidad del Tolima.

La historia es un profeta con la mirada vuelta hacia atrás: por lo que fue, y contra lo que fue, anuncia lo que será”. Eduardo Galeano

Uno de los pensadores colombianos más importantes del siglo XX, Antonio García Nossa (1912 -1982), en sub-versión de la historia como la expresión de una experiencia vital y tras estudiar dos siglos de luchas comuneras y populares, propone como tesis fundamental que 1810 fue una Revolución Social Inconclusa, puesto que lo primero que hace la República, antes de devolver la soberanía al pueblo, es restablecer el viejo orden de privilegios de la sociedad colonial: “la aristocracia terrateniente conservó su status de privilegio y su condición de centro de gravedad en las nueva sociedad; la clase media letrada, la burguesía de comerciantes, los funcionarios, los artesanos, los menestrales, los peones, todos los grupos sociales conservaron su colocación, su papel, su ordenación tradicional.”

De otra parte, la validez histórica de las luchas populares se encuentra plantada en la memoria insurrecta de “Nuestra América”, aquel concepto Martiano que recupera las diversas experiencias de resistencia y lucha anticolonial en América y El Caribe, y que en la legendaria sentencia referida a que las “etapas de los pueblos no se cuentan por sus épocas de sometimiento infructuoso, sino por sus instantes de rebelión” nos permite revisar de manera critica la historia y entender que la gesta emancipadora de 1810 no sólo fue obra y gracia de las aristocracias letradas, sino, más bien, el proceso histórico de los pueblos de América, millones de campesinos, indígenas, afrodescendientes, artesanos, intelectuales, desposeídos de las ciudades y campos que se rebelaron con dignidad y firmeza contra el sistema colonial.

Hace 200 años en Colombia se dio otro grito de la independencia, cuyo eco se repetiría en casi todas las tierras de Hispanoamérica, y que, especialmente, en la fase bolivariana adquiere dimensiones de guerras populares por la conquista de la libertad y la abolición del poder colonial. En este proceso independentista, y pese a la lucidez de sus dirigentes, pudo más la aspiración de destruir el viejo poder colonial, que la creación de un nuevo poder sustentando en las mayorías sociales. Tal como propone el intelectual colectivo Armando Cerón Silva, retomando el sueño frustrado del Libertador Simón Bolívar, al entender que lo que realmente sucedió por estas tierras fue un enroque de imperios: el inglés por el español, el yanqui por el inglés.

Hablar del Bicentenario en la conmemoración o celebración de una supuesta Independencia, bajo la exclusiva influencia de los referentes institucionales de las grandes hazañas de los mártires y héroes americanos o de manera aconceptual como ejercicio milimétrico de enumerar hechos y personajes, no sólo reafirma la historia de los vencedores secundados por las minorías ilustradas, sino que también desconoce la naturaleza popular del tsunami insurreccional de la América indoespañola del siglo XVIII: una revolución social en la cual los verdaderos precursores de la independencia fueron los pueblos.

Tras 200 años de vida republicana, el compromiso de los pueblos es de romper con la colonialidad de la historia, de los recuerdos y los festejos, y de reconocer que la Independencia sigue siendo el sueño inconcluso de los invisibles y desposeídos de Nuestra América india, mestiza y afro descendiente, y que por lo tanto, la Emancipación Social sigue siendo la alternativa de transformación de las estructuras del Estado y la sociedad, cambios profundos propiciados por las mayorías olvidadas, mediante el uso de los medios y recursos que sean de utilidad para los fines de libertad, bienestar, soberanía, y derecho a forjar autónomamente su futuro.

Desde las miradas, experiencias y posiciones alternativas de los movimientos sociales y populares, así como en los días y noches de Julio del 2010, algunos Marchantes Patrióticos lo manifestaran: la legítima herencia de 1810 es el derecho de los pueblos a la rebelión y a la lucha por independencia, libertad, soberanía, sostenibilidad, rescate de su tierra y transformaciones sociales de fondo.

¡Salmones de todos los tiempos, uníos!


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